¡Qué bronca! Como a muchos, nos habían embaucado. La empresa que habíamos contratado para ir de viaje de egresados a Bariloche nos dio fecha para la segunda quincena de septiembre, cuando habíamos pedido la primera. "Olvidémonos de la nieve", debo haber pensado en ese momento. Pero lo cierto es que los chicos que fueron en la primer quincena (otra división, donde había una amiga) no vieron nevar y encima creo que en el cerro la nieve estaba hecha sopa, un asquete.
Los primeros días, en Bariloche llovía. Sí, veíamos nevar en los cerros, aunque veíamos nevar dentro de una nube, porque los días estuvieron bastante feos. Pero me daba bronca volver a la ciudad y que lloviera, persistentemente, mojándote el asqueroso enterito que te obligaban a alquilar. "Si va a llover, mejor que nieve", deseé durante tres días.
Al cuarto día, como siempre, me levanté temprano. Es que no me quedaba hasta tarde en los boliches; mi mejor amiga no iba porque se le destrozaban los oídos por el volumen de la música; entonces yo iba para conocerlos, bailaba un ratito y me volvía porque me aburría soberanamente. Me levanté, decía, y ví algo por la ventana que me resultó familiar: copos de nieve. ¡Nieve en Bariloche! Como la primera vez, empecé a los gritos "¡Nieve, nieve!" y tanto Carola como las dos chicas que estaban en la habitación saltaron de sus camas. Seguí al grito de "¡Nieve, nieve!", salvo que en vez de despertar a mi familia desperté a todo el hotel, porque bajé los cuatro pisos por la escalera gritando; no quería que nadie se perdiera semejante espectáculo.
Salí con la cámara que me habían prestado mis papás (aquella misma que siguió sacando fotos en Choele cuando ya no tenía rollo) y saqué unas hermosas fotos de Bariloche nevada (que subiré cuando las escanee; por ahora les dejo la única que tengo en la compu que, encima, no está nevando).
Al día de hoy, Dani ve esas fotos y muere de envidia... él fue montones de veces a Bariloche en invierno y jamás vio nevar en la ciudad (salvo una pequeña agua nieve que cayó hace dos años) como Carola, yo, y nuestros compañeros de secundaria vimos nevar en septiembre de 1992.
[continuará]