Salté de la silla corriendo hacia las habitaciones para levantar a los dormilones al grito de "¡Está nevando, está nevando!". Y todos, mis abuelos, mis papás, mi tía Martha, mis hermanas, mis primos, se fueron levantando para ver lo que mis ojos descubrieron primero.
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Ahora que lo pienso, debe haber sido en 1987; o tal vez unos años antes. Porque las fotos que sacó mi papá se sobreimprimieron sobre la última que realmente salió (el rollo era de 24 fotos, pero la máquina siguió sacando), una foto en la que yo llevaba la bandera de la escuela (y ahí sería 1987) o era escolta (entonces hablamos de unos años antes). Lamentablemente, no quedó ni una sola foto de la nieve que cayó esa mañana en Choele, con la enredadera de hojas enormes cubiertas por un par de centímetros de nieve blanquísima, parecida a la azúcar que le había puesto al pan un ratito antes. Pero esas imágenes (los copos-plumas, las hojas de enredadera blancas) quedaron bien a resguardo en mi cerebro.
[continuará]