Ayer, por luchar con una porción de torta rogel pegajosa que me trajeron en el Café de los Angelitos, cuchara y cuchillo en mano, me perdí una escena de telenovela en vivo y en directo.
-¿Viste eso?- me preguntó mi compadre.
Y yo, tratando de masticar el pedazo de merengue acaramelado, no entendía de qué me hablaba.
-¡Le tiró un vaso de agua en la cara!
Ahí veo que la mujer, que hacía unos minutos le había pedido a mi compadre que se corriera para sentarse detrás suyo, había desaparecido. El hombre que estaba del otro lado de la mesa, mucho mayor que ella, se secaba la cara con una servilleta. La mesa, el piso, parte de la ventana, todo estaba mojado, pero su camisa había recibido poca agua. Las personas de las otras mesas miraban al hombre con la boca abierta, mientras éste se paraba, pedía la cuenta, pagaba y huía en cuestión de segundos para no seguir siendo el blanco de las miradas de todo el bar.
-Para mí que le tiró los dos vasos de agua, porque vi dos chorros- comentó mi amiga.
-Le dijo "arrastrado"- agregó mi compadre entre risas, y entre ellos empezaron a enhebrar posibles razones para semejante final.
¡Y yo me perdí todo por luchar con la porción de torta! ¡Quería que repitieran la escena!