Dos días antes de cambiar el número de la unidad de mi edad, en un simple movimiento sin esfuerzo como lo es el agacharse, sin tener a ningún sobrino o mochila encima, la espalda, a la altura de la cintura, se empezó a incendiar con un dolor espantoso. Tanto, que hasta me hacía saltar las lágrimas.
Parece que la combinación bicicleta-danzas españolas era un combo demasiado fuerte para mi cuerpo. En fin...