Aplastada en el subte B, como todo el mundo a esa hora, el cartelito pegado en la puerta del vagón me llamó la atención. Traté de recordar más o menos la dirección que decía, así, a la vuelta, iba a pasar por ese lugar para averiguar. Porque ya me había pasado otras veces de ver carteles parecidos, y luego olvidarme la dirección, y así el tiempo fue pasando. Pero hoy, no.
Y pasé. Y averigüé. Y me anoté. Y después me fui a comprar esto:
¡el lunes empiezo danzas españolas!
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