El 168 (ex-90) pegó la vuelta en Federico Lacroze, en dirección a la estación de trenes y el cementerio de Chacarita. Y entonces pasó. El día soleado de invierno, con algunos árboles de esos a los que no se les caen las hojas, comenzó a oscurecerse. Los árboles se secaron hasta las raíces, cayeron y se fueron desintegrando rápidamente. Los edificios se fueron derrumbando, la calle se llenó de (más) baches. Para cuando llegué a la estación Lacroze los autos se habían convertido en chatarra y el colectivo en el el que iba en un tanque nivel 20 con algunas mejoras en el blindaje y el armamento.
Maldito Federación.