Panyfiestas
viernes, julio 28, 2006
ESO QUE ESTÁ AHÍ - 3a y última parte
PARA SALIR, ABRIR.

Se mordió el labio. Estaba reseco. Ahí se dio cuenta que tenía sed. Ya no sabía cuánto tiempo había pasado desde que había aparecido en ese lugar. ¿Importaba? La cabeza no le funcionaba. Es más, ella no quería que le funcionara. Quería que todo terminase ahí, pero sin que ella tuviera que hacer algo. Así como había empezado, sin saber cómo, quería que terminase.

Pero seguía en esa habitación completamente blanca, con ese baúl que se mantenía quieto y silencioso. Su paranoia era demasiado fuerte. Nunca tomaba las cosas como venían, siempre le daba una vuelta a todo, dos si era posible. No podía ser tan fácil, abrir eso y ¡zas! salir. Si lo abría, algo saldría y la lastimaría. O peor.

Los párpados se le empezaron a cerrar. Una media sonrisa se le escapó por acordarse de la pantera rosa en una situación similar, a merced de un ratón hambriento. Y yo no sé qué clase de ratón hay ahí adentro. La sonrisa no se borró, quedó estampada ahí, medio estúpida. Estoy tan cansada de esto... Y sin embargo, el miedo era más fuerte. Siempre tuve problemas para terminar las cosas, ¿no? Sea como sea, es probable que si lo abro, esto termine, pero ése no es mi estilo, ¿verdad? Todo quedaba inconcluso en su vida. Pero siempre había otras cosas para hacer. Excepto en ese lugar. Era seguir el juego o quedarse en la nada, porque nada más pasaba.

Así como se le escapó una sonrisa, saltaron las lágrimas. No le gustaba perder el control de las cosas. Había aceptado hacía un tiempo que no se podía controlar todo, que había situaciones fuera del alcance de sus manos, pero esto... esto era demasiado. Una marioneta, eso es lo que soy. Una pieza en un juego que no entiendo, ¡no me dieron las instrucciones! Y volvió a sonreir. Muy lejanamente, en su cerebro, había empezado a entender que ya no podía controlar siquiera sus pensamientos; estaba delirando.

Okey, si no puedo controlar ni lo que pienso, ¿entonces? ¿Vale la pena seguir oponiéndome? Quería pensar que era precavida, pero en el fondo se sentía una cobarde. Eso era el fin, no del escritor, pero el fin de ese sueño, esa pesadilla, esa realidad, esa... eso. Por un lado quería saltar hacia el baúl y arrancarle la tapa, pero el cuerpo respondía a la otra parte, la que se aferraba a la pared.

Finalmente se venció. Ya estaba harta de la situación. Si hay que terminar, bueno, terminemos. Me cansé de la nada. Es lo peor de todo. Se arrastró sentada por el piso, lo más lento que pudo. Y así abrió la tapa del baúl, con el corazón a punto de salir despedido de lo fuerte que bombeaba, del miedo que tenía. Lentamente la tapa fue subiendo para descubrir una...

"No hay nada". Suspiró, aliviada, decepcionada. "¡No hay nada!". Era todo negro. Tan negro, que a pesar de que el baúl no era tan grande, no podía ver el fondo. La respiración se entrecortó con unas lágrimas, se empezó a ahogar. No pasó lo que estaba escrito. Ella lo abrió, pero seguía ahí. Sacudía la cabeza hacia los costados, apenas, pero sin parar, no podía creer que ni siquiera hubiera funcionado. "No hay nada, no hay nada, no pasa nada", y esto sigue igual, yo acá, sentada al lado del baúl... Sin saber por qué, se arrodilló, intentando ver si había algo chiquito, tal vez oscuro, en el fondo. Pero era tan oscuro... Se fue inclinando, despacito, forzando la vista tratando de ver algo.




Antes de que pudiera decir o hacer algo, ella misma, pero totalmente desquiciada, salió de pronto del baúl, la agarró de sus brazos y la arrastró con ella hacia el interior.

Y la tapa se cerró.











(Sir William adivinó el final, no sé si por obvio o por afinidad a las historias onda "Dimensión desconocida"; y Mari escribió algo parecido en estos días en su blog, pero real...)