No sé cuántas veces lo dije esa noche. Lo raro fue que no me agarró la usual paranoia, de creer que halagaban la comida (y hasta el café!) sólo por compromiso. Realmente creí que les gustó la comida. Y entonces, agradecí los elogios.
No sé qué es más raro, si el éxito masivo o mi cambio de actitud.