Se subió la capucha y cerró el cierre hasta arriba. Resopló, porque no le gustaba tener que hacer todos estos preparativos, pero no le quedaba otra. Repasó mentalmente todos los pasos, para no perder tiempo una vez dentro. Tomó aire, abrió la puerta y entró.
Tenía pocos segundos para hacer todo, el tiempo que le durase el aire que había inhalado. Sabía que no podía respirar ahí adentro, o todo podría empeorar. Así que se movió lo más rápido que pudo, puso las cosas en su lugar y, cuando vio que ya no podía hacer más por el momento, salió y cerró la puerta detrás.
En unos minutos tendría que volver a hacer todo otra vez, repetir todos los pasos una vez más.
Y todo por la diferencia de temperatura entre el resto de la casa y la cocina, helada.
Y todo por tomar un tecito caliente.