UNO: Entre tantos mails a favor y en contra del Día de la mujer, leí lo que escribió
Ememe y quedé muy impresionada. No sólo confirma lo que me dijo Peri ("escribe muy bien") si no que lo que contó en sí y cómo hiló el aniversario de la masacre de las costureras con lo que le pasó a una de sus hijas termina dando escalofríos. Señores periodistas: acá tienen alguien que les pasa el trapo a más de uno.
DOS: hay deportistas que se creen (y la gente les hace creer) que porque fueron grandes en su deporte después pueden hacer lo que se les canta. Que
Vilas salga a decir que Federer no le iba a romper su récord porque él ganó los 46 partidos consecutivos en una temporada sola, y no decir ni medio "gracias" a Cañas, que fue quien le cortó la racha al suizo, ¡está muy mal!
TRES: 200.000 personas en el recital de Gustavo Cerati el sábado a la noche. Y lo creo, porque creo que vi pasar a todas delante de mis ojos. Tuvimos que tomar un taxi porque desde Villa Crespo ya no se podía tomar el 42 para ir a Figueroa Alcorta y La Pampa; pasaron 3 colectivos y ninguno paró. Y ya en el taxi, nos tuvimos que bajar en Barrancas, porque no había forma de que pudiéramos cruzar la barrera en no menos de 20 minutos, debido al tránsito que había. Fue 1,5 km de caminata.
Y qué te cuento a la vuelta... Nunca había visto a Peri de mal humor, y tal vez la ocasión lo ameritase. Es que para salir del recital nos fuimos caminando hasta Olleros y Libertador para descubrir que no venía un solo taxi vacío, y encima había gente esperando agarrar alguno. Y seguimos hasta Luis María Campos para ver la misma escena, y enterarnos que tampoco se podía conseguir un taxi por teléfono... ¡porque no había disponibles! Seguimos subiendo hasta Cabildo... y ahí caimos en la cuenta que la gente que va a los recitales, más cuando son gratuitos, están muy acostumbrados a caminar, porque tampoco había colectivos ni taxis vacíos y la horda de gente seguía avanzando por la ciudad. Dani y yo seguimos caminando en búsqueda de algo que nos acercase a casa. Después de 5 kilómetros llegamos a Federico Lacroze y un amable chofer de la línea 71 nos abrió las puertas a pesar de no estar en la parada, y así pudimos llegar a casa... ¡después de la 1 de la mañana y con los pies reventados!
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